La amígdala es una masa de núcleos o células en forma de almendra ubicada en lo profundo de los lóbulos temporales del cerebro. Hay dos amígdalas, una situada en cada hemisferio cerebral.
Esta es una estructura del sistema límbico que está involucrada en muchas de nuestras emociones y motivaciones, particularmente aquellas que están relacionadas con la supervivencia incluyendo el procesamiento de emociones como el miedo, la ira y el placer.
¿Qué es la amígdala y qué hace?
La comprensión moderna de la función de la amígdala se remonta a la década de 1930, cuando Heinrich Kluver y Paul Bucy extirparon las amígdalas de los monos rhesus y vieron efectos drásticos en el comportamiento. Entre otras cosas, los monos se volvieron más dóciles y parecían mostrar poco miedo. Esta observación del comportamiento que resultó de la extirpación de la amígdala se denominó síndrome de Kluver-Bucy y llevó a que se investigara en mayor profundidad el rol de esta estructura cerebral en el miedo.
Desde entonces, la amígdala se ha vuelto popular por su papel en el procesamiento del miedo. Cuando estamos expuestos a un estímulo aterrador, la información sobre ese estímulo se envía inmediatamente a la amígdala, que posteriormente envía señales a áreas del cerebro como el hipotálamo para desencadenar una respuesta de » lucha o huida » (por ejemplo, aumento de la frecuencia cardíaca y respiración para prepararse para la acción).
En esta misma línea, la investigación sugiere que la información sobre cosas potencialmente aterradoras en el medio ambiente puede llegar a la amígdala antes de que seamos conscientes de que hay algo a lo que temer. Existe una vía que va desde el tálamo a la amígdala, y la información sensorial sobre estímulos aterradores puede enviarse a lo largo de esta vía hasta la amígdala antes de que la corteza cerebral la procese de manera consciente. De esta manera, se produce una reacción de miedo antes de que tengamos tiempo de pensar qué es lo que nos asusta tanto.
Este tipo de respuesta reflexiva puede ser útil si realmente corremos un gran peligro. Por ejemplo, si estás caminando por la hierba y una serpiente se lanza hacia ti, no querrás tener que pasar mucho tiempo evaluando cognitivamente el peligro que podría representar la serpiente. En cambio, lo deseable es que nuestro cuerpo experimente miedo inmediato y salte hacia atrás sin tener que iniciar conscientemente esta acción. La vía directa del tálamo a la amígdala puede ser una forma de lograr este tipo de respuesta.
Además de su participación en el inicio de una respuesta de miedo, la amígdala también parece ser muy importante en la formación de recuerdos asociados con eventos que inducen miedo. Por ejemplo, si observamos ratones con amígdalas intactas y tocamos un tono justo antes de darles una descarga, muy rápidamente comenzarán a asociar el tono con la descarga desagradable. Como consecuencia, mostrarán una reacción de miedo automáticamente al oír dicho tono, pero antes de que se inicie la descarga. Sin embargo, si intentamos este mismo experimento en ratones con daño en las amígdalas, estos mostrarán una capacidad deteriorada para «recordar» que el tono fue previo a la descarga, por lo que no podrán asociar ese sonido al dolor del choque.
Como se imaginarán, teniendo en cuenta que juega un papel fundamental en el procesamiento del miedo, la amígdala también tiene un rol clave en la ansiedad. Si bien el miedo es una respuesta a una amenaza real y presente, la ansiedad por su parte implica temor ante una amenaza potencial, que puede o no realizarse. Varios estudios sugieren que la amígdala está involucrada en experimentar ansiedad y que puede ser hiperactiva en personas con trastornos de ansiedad. Sin embargo, como es el caso de la mayoría de los comportamientos humanos, la ansiedad probablemente involucra una red de áreas del cerebro, por lo que la actividad en la amígdala no nos dice todo lo que necesitamos saber sobre esta emoción.
Amígdala y otras funciones
Si bien como ya hemos mencionado, la amígdala es especialmente popular por su rol en las respuestas al miedo, existe una gran cantidad de evidencia actual que sugiere que también contribuye al comportamiento en otras formas más complejas. Por ejemplo, la amígdala parece estar involucrada en la formación de recuerdos positivos, y también se ha observado que el daño a la amígdala puede afectar la capacidad de formar estos recuerdos positivos, al igual que puede afectar la capacidad de formar recuerdos sobre eventos negativos como el choque en el pie en ratones del que hablamos anteriormente.
Debido a estos nuevos descubrimientos, los investigadores se han visto obligados a ampliar el papel de la amígdala más allá del de un detector de amenazas o generador de miedo. Una perspectiva que está cobrando relevancia sugiere que la amígdala está involucrada en la evaluación de cosas en el entorno para determinar su importancia, ya sea que su valor sea positivo o negativo, y generar respuestas emocionales a los estímulos que se consideran importantes. También puede estar involucrado en la consolidación de recuerdos que tienen algún componente emocional fuerte, independientemente de si las emociones asociadas son agradables o desagradables. Por lo tanto, nuestra comprensión de la función de la amígdala aún está evolucionando y es probable que tengamos mucho más que aprender antes de que podamos catalogar completamente las actividades de esta compleja estructura.